LA MAMÁ DEL TANQUE




Por Hernán Laurino

El Tanque no jugaba al fútbol ni jugaba a la pelota. El jugaba de 10. Esa era toda la información que le dieron la primera vez que se cambió en un vestuario cuando era pendejito en el luminoso Huracán de barrio La France. "Vos jugá de 10", le dijo un DT que no era DT sino que era un tipo que andaba siempre por el club y le hicieron creer que era DT.

Y el Tanque como siempre era obediente y su vieja lo tenía cagando hizo lo que le pidieron. Jugó de 10 de ahí y para siempre. No hubo otra cosa que ser 10. Nadie le explicó. Fue natural. Venía con él.

Pasaron años, categorías, compañeros, técnicos que no eran técnicos y otros que si, derrotas, triunfos, algunas cuántas patadas y una final perdida por penales y el Tanque siguió siendo el 10. Era una regla no escrita en el vestuario. La 10 era suya jugara quien jugara.

Pero una tarde al Tanque le avisaron antes de un partido que no importaba demasiado que su vieja se había desmayado yendo a la cancha. Que no estaba bien. Y que la habían internado.
Entonces esa tarde la 10 de Huracán de barrio La France quedó ahí, triste, doblada sobre el banco largo de cemento frío del vestuario. Nadie la tocó. Ni se atrevió a ponersela. 

Pasaron dos o tres fines de semana hasta que alguien entendió que el Tanque no iba a volver y que lo de su vieja era grave de verdad. 

Entonces uno cualquiera, al azar, la usó a la camiseta número 10 desde allí hasta hoy. Pero ya nadie volvió a jugar de 10 en Huracán de barrio La France. Porque de 10 jugaba el Tanque. Nadie más que el.